domingo, 25 de diciembre de 2011

#13


A dónde irás sonrisa del deseo, a dónde sino, por más o por menos, a torturas, hipérbolas de placer.
No lo sabría decir mejor, aunque tampoco podría intentarlo…romper el condicional. Lo parecido hace mella de lo original, como la repetición de estas palabras. De vos en conceptos, en abstractas oraciones. Y vos sos religión, droga, parásito en la razón, te nutres de la coherencia, hasta su extinción.
Aquella voz que dice marcar algún camino, aquel día iluminado, que en exultante despertar, te encontró riendo, convenciéndote del sentido. Cómo podrían ser verdad, si la verdad no existe. Si la subjetividad reina hasta los bordes, donde terminan los impulsos. Si los sentidos fallan, si el creer es vano… y cuánta muerte, cuánto sufrimiento, en el nombre del creer.
Si en algo hay que creer, es en el dolor, en la resistencia. En eso que hace llegar al ser al límite, a dejar de existir. En todo lo que fomentamos inconcientes, en todo lo inconciente, en la improbabilidad, la chance.
Suicida la mirada, arrima al ojo lo que el cerebro no quiere interpretar. Que no hay más luz en el futuro, que nos matamos los unos a los otros, por consensuar una verdad. Que los recursos son recursos, si se piensa en renovar; sino son pólvora, fuego artificial, un destello, y el vacío de nuevo.
Lamentablemente, creer en no creer, también es creer. Es ese el laberinto mental que nos inventamos, es en esa irónica razón, en la que confiamos para decidir. Así de tiesa nuestra puntería.
Yo creo. Creo en vos. Creo en las obsesiones, en volver siempre a vos. Creo que si te imagino leyendo estas palabras, voy a vivir mil años; o cuánto podamos considerar una eternidad. Hasta que el continuar signifique lo mismo que imaginar, hasta que lo material no tenga límite. Hasta que el creer no exista, porque el no creer tampoco. Hasta que nos veamos los unos a los otros de verdad  y hablemos con ingenua pero honesta creatividad.

domingo, 13 de noviembre de 2011

#12

Ella aún no se decidía, el color le daba a la vida, lo que su constante melancolía desteñía. Quería escapar de los extremos, excesos de blanco y negro, de esa superficial dicotomía. Pero así vivía, así vivían en su entorno, o cuán suyo pudieran considerarse.
Daltónico su amor, hacía cómplice a su inconciente, enajenando los tintes,  transformando lo repulsivo en aguantable, lo retorcido en reparable, el accionar sin sentido, el egoísmo,  en rutinas, lo normal, la “realidad”.
Ahora mira atrás, y recuerda el verde de la libertad, cuando vivía su vida y no la de alguien más. Y mira un poco más cerca y en su vida hay gris, todo el gris. Por qué habría de cuestionar, lo que en su momento pensó, o pensó que pensó, y dio resolución, si había elegido blanco de profesión, negro de sentimientos, negro de olvido, blanco y negro de camino, y a no pensar en encontrarse con lo creativo.
Es triste esta ironía, la joven que una vez fue, “pintor” de pintores, que creaba gamas enteras con solo emitir palabra, que supo enamorar al amor, aún sin conocer al beso. Es triste hasta el llanto, que aún no decida volver a ver, que destiña, que califique en binaria mirada.
Quién será testigo de su retorno, cuán feliz será su mundo a partir de ese momento, cuanta vida imprimirá en su ser. Alegría es solo una palabra, pero debería ser explicada no en palabras, sino con solo mostrar su sonrisa. Ella va a volver, y a todos cuanto loco nos ha dejado al privarnos de sus colores, nos volverá la cuerda mirada, nos devolverá la esperanza, el contagio, la razón para mirar estrellas y ver más allá, a través del cristal. Observaremos fijamente el verde libertad de sus ojos, para romper realidades y nunca conformarnos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

#11

Por qué el temor, por qué elegirlo, una y otra vez.
Es lágrima de acero, sangre de recelo. De un momento a otro, tu indiferencia es la suma de todas las indiferencias.
Me apiada de mí, la soledad total, única, mortal. Buscamos caminos, en un mundo de eternos laberintos. Y me enredo en prosas, cuando necesito las reglas de la poesía. Las no reglas. Necesitamos el error, para entender que no entendemos.
Cual siervo desorientado
Blanqueo deseos negros
Alejándome del montón
Olvidando en caminata
El hostigamiento mental
Del no querer más
Del querer volver a ser música con los demás, parte del concierto. Aunque haya que alejarse para poder volver.
Tratar de encontrar sentidos no tiene sentido. Repetir palabras en una frase para acentuarla, tampoco. Solo quita la agonía la descarga, el desahogo, la fiesta descontrolada de la tranquilidad interna. Y por qué no dejar un lugar para los vicios, como los conectores al final de cada párrafo, las preguntas, la intención de no tener intención pero fallar siempre, otra vez la repetición, repitiendo. Darle lugar al arte, la locura, la autocrítica.

domingo, 2 de octubre de 2011

#10

Fruto de la ignorancia, piel del saber. ¿Quién será de tus pensamientos, el más él?
¿Quién pondrá la firma en la vana declaración de tu ser?
Hacerse cargo de las incoherencias, del pasado, de la ciencia y de la fe.
En medida imparcial, las caricias al espejo, no dejan al tacto más que una plana y fría sensación, acaso el mismo sentimiento, la misma desilusión.
¿Cómo creer en que te has perdido, si nunca te sentiste encontrado?
Conocer era un paso más en la carrera, algo natural, y si la vida no lo enseña, la muerte no tendrá paciencia.
Ahora letras intentan resumir tu realidad. Pero lejos de existir en una, la fugaz mentira de la imaginación te humilla eternamente, se ríe de vos, de mi, y de toda esta explicación.

domingo, 10 de julio de 2011

#9 / #8.1

Y con qué sentido imaginaría, el mundo en eterna tuya compañía, la risa llevando el hilo por la cornisa, bordeando al precipicio, de bordes y de locos, nos vestimos y le huimos a la seriedad, lo último que queda es la conversación, por qué lo imaginaría, si en este instante la eternidad se vuelve redundante.
Al pasar mis ojos por los tuyos, sobran motivos para retener, en palabras estas sensaciones, pensar en recordar espontáneas memorias, algún día, cuando en realidad estés jugando en mi cabeza, primero a que sos eterna, después a que nunca exististe, y ahora a que yo no existo.
Y quizás hubieran sido apoesiadas (poner en poesía) tus miradas, pero no hay quien ponga en tinta lo divino, ni en música tus quejidos. No hay geométricos versos que satisfagan tus implícitas demandas en mi destino, ya lo intenté, no hay caso.
Por lo pronto y por lo menos, la ropa de loco no me queda chica. Y hay quien se queja del ridículo, como si lo normal fuera bueno. Esta es otra oportunidad, para confirmar mis votos en el misantrópico desquicio, de creer por creer, de seguir en círculos, de vivir del imaginar y de palabras no escritas.
Llenar el olvido con presentes reiterativos. Deja vus. Alguien en tu lugar, como la vez anterior. Desconfiar de lo imaginado sería perder la fe. Y vivir sin fe es contradictorio. En estás paradojas siempre me encuentro, pero irónicamente prefiero encontrarme a estar perdido en irrisorias nostalgias, y esto me causa gracia, porque añorando es mi primer verbo.
Y en esta descarga una pizca de tranquilidad, un pedazo de tiempo no perdido, inversiones en el soñar, creer en lo increíble, indefinido, fugaz, entre luces, poder comunicarse, con nadie... O con uno mismo, aunque en tu juego ahora no exista.

miércoles, 22 de junio de 2011

#8

Él pensaba en ella.
Era más bien lo que lo definía. Todo el tiempo, a toda costa, sin hacerlo o sin pensarlo. Perdía la noción del sentir, porque ya estaba lejos. Perdió el conocimiento, el saber, o la condición, de diferenciar el pensar del sentir, o es que nunca lo tuvo…
Pero ahora ella era relativa. Se esfumaba entre otras “ella”, era una mezcla de características, la aceptación en lo que sus gustos consideraban un juicio.
Ella era lo invariable, la ilusión que no puede escapar al anhelo, porque de darle cuerda a la realidad, las angustias acorralarían lo imaginado. Y en esta ambigüedad intratable, lo real y lo inventado, el goce y el sufrir, lo oscuro y lo iluminado, solo pasan la línea de un lado al otro, dando saltos a través de sus pensamientos, solo siguen conectados, por no poder explicar lo que siente, no encontrar en la razón, lo que de algún lado proviene. Y entonces ella también es la manifestación de esta imposibilidad. E irónicamente en ella lo imposible es el combustible, en “ella” el desafío es mantenerse invariable ante los ataques de la lógica, de los golpes de la memoria, del tiempo y del sentido común.
Invencible. No se puede dar por vencido, la obsesión con el seguir, es el hecho convertido en mártir por los caprichos del orgullo. No se puede equivocar, quien nunca termina de equivocarse. Y no se puede detener algo definido como constante.
Si, en él, ella es constante. Todos sus actos bailan en ese trasfondo, todos pivotean sobre su concepto y no escapan de lo que él creo sobre lo que se ajustaría a ella de algún modo. Su percepción esta diezmada por esta condición. Pero sin ella no tendría esperanza, de hecho no existiría esa palabra. Tanto amor solo puede entrar en el mundo de lo imaginado. Esta paradoja es su maldición.

domingo, 6 de febrero de 2011

#7

Cerró los ojos y con todas sus fuerzas volvió a imaginar.
Sentía en carne propia, toda la angustia de la ausencia; Todos sus sentidos distorsionaban, lo que en realidad estaba sintiendo. No aguantaba pensar, pero no podía dejar de hacerlo. Llegaba al punto de la explosión, lloraba, se calmaba, y volvía a la carga.
Ahora se ahondó en los recuerdos. Lugares, gestos cotidianos, palabras, sobre todo eso… Su voz haciendo eco, sus lágrimas ahora en las memorias, los abrazos fortuitos, su lazo con la vida, su protección.
Siguió concentrándose en eso, en nuestra manera de inmortalizar. Pero ahora en presente. Qué le diría al verlo, cuán poco duraría la conversación, cuánto amor implícito hay en la indiferencia…y ahora más lágrimas.
Y así mezclando sueños y memoria, cerró los ojos y con todas sus fuerzas volvió a imaginar. Aguantó la respiración, y empezó a recrearla, de pies a cabeza. Sus costumbres, su ropa, su tono de voz. Y seguía, ahora más profundo, hasta que veía luces en vez de oscuridad, hasta que los pulmones superaran su voluntad, ayudándose del instinto de supervivencia. Ahora lo retaba, ¿por qué jugar con la realidad? Por qué sacrificarse para conseguir en vida, lo que en los sueños es natural. El pecho parecía comprimirse proporcionando una sensación de ultimátum, le quedaban pocos segundos. Sentía que sus ojos iban a estallar, las luces iban y venían, pero ya podía sentir su calor, su mano aferrándose a la suya. Y ya no aguantaba más, ya no sentía su propio cuerpo, pero el de ella allí estaba. La bocanada llego y trajo consigo un alarido desesperado. Los ojos aún cerrados, permitían pasar por sus costados, la creciente de lágrimas. Se sentía extraño, no recordaba lo que había pasado. Se sentó, y en oscuridad absoluta se sintió en calma.
Abrió los ojos y ahora el corazón le latía con fuerza. Estaba allí sentada, mirándolo con una sonrisa y asintiendo con la cabeza, le tendió el brazo, y con cara de orgullo le dijo “Me trajiste de vuelta, ya nunca me iré de tu lado”…